Escrito por: Carolina Jimenez (Ecuador) Ganadora del Primer Lugar del concurso de Fanfics de Latinalia 2022.

María Teresa Josefa Antonia Joaquina Rodríguez del Toro Alayza fue una mujer excepcional, recordada por ser la amada esposa del libertador Simón Bolívar quien la describió como “Una joya sin defectos, valiosa sin cálculo”, tras dos años de noviazgo se casaron el 26 de mayo de 1802.

Bolívar adoraba a su esposa y le rendía pleitesía como si de un ser divino se tratase, toda la paz en su corazón la atribuía a ese ángel comprensivo y piadoso que estaba a su lado, sin embargo la felicidad no es eterna, sobre todo para aquellos que han pecado contra Dios. Es así que tras 8 meses de matrimonio, María Teresa murió de fiebre amarilla dejando atrás una familia con el corazón destruido y un hombre hundido en el pecado.

22/01/1803 – Caracas, Venezuela

La sirvienta de la casa del vínculo y del retorno[1] permanecía quieta y en silencio, escuchando las suaves plegarias del señor de la casa, quien de rodillas, sostenía la mano de su esposa recién fallecida.

Sancta Maria, Mater Dei, ora pro nobis peccatoribus, nunc, et in hora mortis nostrae. Amen[2] – Con una persignación terminó su oración y brindó una suave caricia a la mejilla de su amada– Avisa al doctor y a la iglesia –

– Enseguida –

– Tráeme papel y tinta, debo avisar a mis suegros que su amada hija ha fallecido –

– El doctor recomendó no acercarnos, las fiebres malignas[3] podrían contagiarle y a la señora no le hubiese gustado que usted enferme –

El sonido chirriante de la puerta cuando la sirvienta salió fue seguido de suaves murmullos, era probable que al anochecer toda la comarca ya estuviera enterada de la noticia.

Usando su pañuelo limpió la sangre en el rostro de su amada, esta había caído de sus ojos como el último llanto de un ángel, su piel antes blanca ahora estaba fría y amarillenta por su enfermedad, poco le importaba contagiarse de las fiebres malignas, si estas acababan con su vida sería un favor divino

La culpa le generaba un nudo en la garganta, su pecado fue quien llevó a la muerte a su amada María Teresa, sin su ángel para protegerlo la vida ya no tenía sentido, nunca encontraría a nadie que comprendiera sus depravadas desviaciones, no tendría su cariñoso abrazo que lo recibía cada madrugada cuando volvía de haber probado el éxtasis en la cama de otros varones.

Deplorable y triste suerte a la que me hallo condenado[4]

Apenas recuerda su conversación con el sacerdote para los arreglos funerarios, mientras hablaba con el hombre se sintió tentado a confesar el pecado que corroía su alma, pero la cobardía mantuvo su boca sellada. Huyó de las condolencias y los discursos baratos de consuelo, sus pies lo llevaron por el conocido camino al barrio rojo.

– Luces tan patético – Una dulce voz susurró en su oído apenas cruzó la puerta del burdel, el peso de un cuerpo masculino se asentó a su costado – Puedo consolarte, pero sabes que mi cariño no es barato –

Bolívar se sentía embriagado por el aroma del cigarrillo, incienso y perfume que reinaba en el lugar ­­– Hoy serás solo tú –

– Tendré que cuidarme del mal de ojo[5] entonces– Una risa jovial resonó cerca de su rostro mientras lo guiaba a las habitaciones.

El cuerpo de Bolívar se dejó llevar, su mente le recordaba lo despreciable que era al ir a ese lugar, pero no encontró la fuerza para marcharse cuando el hombre que lo acompañaba lo empujó sobre la cama, era demasiado consciente de la frialdad de las sábanas en su espalda, ¿Cuántos hombres habrán usado esa habitación?

– Supe lo de tu esposa, pobrecita – El hombre desabotonaba su camisa y besaba cada tramo de piel que iba descubriendo – Debes estar destrozado –

– No hables de ella – La voz de Bolívar se entrecortó al sentir suaves caricias en su hombría – No te pago para que ladres, perra –

El hombre sonrió con burla, los insultos de Bolívar le causaban ternura – Lo sé, me pagas por placer, algo que nunca pudiste dar a tu mujer –

Las palabras de indignación murieron en su garganta cuando sintió una húmeda boca tragarse su hombría y chuparla con fuerza.

– Sé lo que quieres cariño– Reía mientras sacaba por completo los pantalones de Bolívar y lo volteaba para dejarlo de cara al colchón.

Bolívar se aferró a las sábanas al sentir dos dedos hundirse sin ninguna delicadeza en su interior y moverse de manera brusca – ahh, ahh, maría –

Una ruidosa carcajada masculina resonó cuando hundió su hombría de golpe en Bolívar – ¿Hoy jugaremos a eso? –

El grito de Bolívar fue una mezcla de dolor y placer – aahh…mghh no seas cruel, ahh –

– Por eso eres mi favorito – El hombre arremetió con fuerza, no era extraño que un hombre quisiera acostarse con otro, pero era poco frecuente que se ofrecieran a ser sodomizados – Mgh, oh, Bolívar –

– Mgh, seré bueno….no pecaré, mgh, no lo haré con hombres de nuevo, ah –

Su piel caliente chocaba una y otra vez, Bolívar sentía a su amante abusar de su agujero con rudeza, se aferró a las sábanas con un llanto caliente corriendo por su rostro, entre gritos y respiraciones pesadas ambos llegaron al clímax.

– Esta noche va por la casa, por tu esposa – El hombre se retiró y vistió rápidamente

Una vez solo, Bolívar sintió su cuerpo estremecerse, era así después de cada encuentro, se sentía vacío, solo y sucio, quería regresar a su hogar, tomar un baño, cambiar su ropa y dejarse envolver en la ternura y amor de…

La realidad lo golpeó con fuerza, no había un abrazo cálido esperándolo, su ángel lo había abandonado, lejos del pecado de convivir con un sodomita, alejada de la tortura que era tener solo palabras como muestra de amor, él la había librado al costo de su propia felicidad.

Esa noche haría el juramento de no volver a casarse ni atarse a otra mujer, no volvería a condenarlas a la infelicidad, no quería tener que volver a mancharse las manos de sangre.


[1] Propiedad heredada a Simón Bolívar que fue residencia del mismo junto a su esposa, es una edificación ligada al proceso de Independencia de Venezuela

[2] Oración del “Ave María” en Latín

[3] Forma antigua de llamarle a la Fiebre Amarilla, también llamada vómito negro.

[4] Palabras de Simón Bolívar dichas a Perú de la Croix, general francés y uno de los testigos oculares más célebres del liberador

[5] Creencia popular supersticiosa según la cual una persona puede producir daño a otra con sola mirarla, producto de envidia, odio o venganza.