Escrito por Julio A. García (México).

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Vicente Guerrero, era un joven caudillo de piel morena, cabello ondulado, ojos claros y perfecta sonrisa. Cuyo carácter era sencillamente dócil y amable, pero severamente aguerrido cuando la ocasión lo ameritase.

Su amante era un noble mestizo que llevaba por nombre Agustín de Iturbide, un joven militar coludido por su estirpe, con el viejo mundo y la corona española.

Años atrás virrey había encomendado a Iturbide el asesinato de Guerrero, pero por su parte. Este después de conocer los ideales y el amor hacia la soberanía nacional de su rival; decidió elaborar un tratado que forjaría al ejército que derrocaría el yugo español, sobre el territorio de México.

Después de hacer oficial su tratado, expresaron su felicidad y jubilo con el famoso “abrazo de Acatempan”, pero un abrazo no bastaría para festejar este inmensurable logro.

Los dos hombres se emborracharon en la celebración posterior al pacto y por la madrugada se dirigieron a una posada a las afueras de Acatempan.

La luz de la luna entraba por la ventana y el silencio del monte amenizaba su velada.

-Ayúdame a quitarme las botas- dijo Guerrero al recostarse sobre la única cama de esa pequeña habitación. Agustín retiro las botas de los pies de su amante, subió a la cama y levantado, se montó sobre las piernas de Vicente.

-Sabias que deseaba esto, desde que comenzamos a enviarnos cartas. ¿no es así? – pregunto Iturbide con su característica voz gruesa. –no lo negare, así como tampoco negare que te embriague, para que no contuvieras tu singular labia- respondió Guerrero, que se levantaba su torso, para besar los labios del joven rubio que estaba sobre él.

Comenzaron a besarse con lujuria, saboreando sus labios con deseo y sintiendo como su cuerpo necesitabamás placer.

Entonces Agustín de Iturbide volviócon rapidez a Guerrero sobre la cama y este se despojó botón por botón de su uniforme militar, denotando sobre su piel pálida, decenas de cicatrices, que, en vez de perjudicar la estética de su cuerpo, parecían que lo decoraban de una manera erótica.

De repente Iturbide se volcó sobre su amado y con una sola palma, junto las manos de Vicente, para colocarlas sobre las almohadas, que estaban arriba de su cabeza. Le besaba el cuello con tanto desenfreno que guerrero apretaba sus piernas soltando gemidos que interrumpían su respiración agitada.

– ¡tómame ya Iturbide!, quiero sentirte dentro de mí-  grito Guerrero al darse la vuelta sobre la cama, colocar sus rodillas sobre el colchón, bajarlentamente su pantalón e inclinarse sin tapujos, esperando a que Iturbide lo penetrara con fiereza.

El joven noble sonrió y peino su cabello hacia atrás con sus dedos, como si estuviese orgulloso de ver a ese caudillo rendido ante él.

Sin rechistar Agustín de Iturbide saco su viril miembro de sus pantalones y despacio comenzó a frotarlo sobre la piel de Vicente, para sutilmente comenzar a hundirlo lentamente dentro de él, una vez que este sentía que estaba lo suficientemente húmedo.

En esa posada abundaban los sonidos más carnales que podían exclamar dos varones, sus gemidos eran tan abundantes y los sonidos de los muslos de Iturbide chocando fuertemente contra Guerrero inundaban esa habitación de placer y pasión.

-E..estoy a punto Agustín- dijo Guerrero mientras sus gemidos opacaban sus palabras. –yo también, hagámoslo juntos- contesto Iturbide que sostenía las caderas de su pareja, clavando sus dedos sobre su piel desnuda.

De repente los dos llegaron al mejor orgasmo que habían experimentado en sus vidas y ambos podían percatarse de eso al ver que tan sucia y mojada había quedado la sabana después de aquello.

Después de descansar un poco y cambiar las cobijas que mancharon, el par de amantes se acostaron en la cama y recargaron sus espaldas sobre la cabecera. Ambos encendieron uno de sus cigarrillos preferidos, entonces Iturbide vociferó a su amado y a la noche. –puede que mi amor a la patria sea inmenso, pero jamás se comparara al amor que tú me provocas.

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