Escrito por: Carolina Jimenez (Ecuador) Ganadora del Segundo lugar del Concurso de fanfic Latinalia 2023S

Cuando de nuestro amor, la llama apasionada

Dentro tu pecho amante, contemples extinguida

Ya que solo por ti la vida me es amada

El día en que me faltes, me arrancaré la vida[1]

1918 – Quito, Ecuador

Ángel no pertenecía al reducido círculo de poetas y escritores burgueses que se reunían en Quito, por ello fue inesperado cuando su jefe en la revista “Juan Montalvo” le entregó un telegrama junto a una boleta de ferrocarril, invitándolo a reunirse con Ernesto Noboa. ¿Qué podría querer un descendiente de políticos y presidentes de un escritor apenas reconocido?

No le emocionaba conocer a quien se decía escuchaba voces que callaba con éter[2] y morfina, pero Amada Villegas lo convenció de ir, su joven novia estaba feliz en su nombre.

Partió a primera hora y llegó al anochecer sin estar preparado para el gélido aire que hacía doler su nariz y congelaba sus huesos.

  • [3], mira que tienes suerte Ángel — Ernesto Noboa era descrito como un neurótico de manual, oscuro y negativo, que leía a Poe como si fueran cuentos infantiles.

Ángel era seguramente, igual o más oscuro en personalidad, solo que con una vida menos acomodada, ya que aun con su mejor traje, no se comparaban al arrugado pero costoso vestir de Ernesto.

Aquello no pareció causarle gracia, desvió la plática todo el camino, mismo que fue un calvario por las empinadas calles, sumado al mareo y dolor de cabeza que ya tenía.

Al llegar a la casa notó una pata de elefante[4] medio vacía en la mesita de centro, decidió ser directo— ¿Qué es lo que deseaba tratar conmigo? —

Ernesto se acomodó en el sofá, invitándolo a su lado, hizo una mueca cuando puso distancia entre ellos — No seas formal, ¿No quedó claro que es una reunión amistosa? —

  • Esas hembras ignorantes, de mejillas chupadas en que el colorete pone la ironía de una rosa en los pómulos de una calavera: y sus cuerpos flácidos que magulló el vicio— recitó con teatralidad — Conozco tu trabajo, me dolería si no conocieras el mío —

Verse rodeado de halagos por parte de alguien tan importante era droga para su ego.

Ángel seguía sintiendo los males del viaje y quiso negarse.

No soportaba el dolor de cabeza, así que bebió de un solo trago, tosió violentamente apenas el líquido le quemó la garganta.

Apenas abrió la boca para negar fue obligado a tragar aguardiente, hubo más palabras que ya no comprendía, estaba consciente pero como en un sueño solo podía ver con ojos borrosos lo que ocurría.

Sintió el cuerpo frío y sobre piel desnuda pequeños lengüetazos de calor subieron desde sus piernas, el vértigo se apoderó de él, seguido de la sensación de ardor en las rodillas, tembló violentamente cuando su parte inferior protestó de dolor, desesperado quiso huir, rasguñando lo que estuviera a su alcance. Gritó tanto que le dolió la garganta, pero nada se comparó al entumecimiento de sus piernas que se rindieron y lo dejaron caer, su mundo giró y distinguió un costoso candelabro sobre él, hubo una nueva sensación entre sus piernas, húmeda y caliente en su pene.

Elevó apenas la cabeza y se sintió horrorizado, Ernesto estaba entre sus piernas, con la camisa abierta y sin pantalones, su boca a un diminuto tramo de su pene erecto, salivando sobre él antes de metérselo a la boca, se sentía borracho y no solo por el alcohol.

Apenas logró comprender que lo estaban cogiendo, como a las prostitutas que nombraba en sus crónicas.

10/06/1919 – Guayaquil, Ecuador

Medardo Ángel Silva acababa de escribir en tinta roja la obra que lo volvería inmortal, vistió de traje negro, lustró los zapatos de charol, tomó el bastón y salió de casa con el poema guardado en el bolsillo interno del saco, junto a su corazón.

Tomó el camino a casa de su ex novia, Amada Villegas, la inocente de 14 años que tuvo la mala fortuna de ser amada por el poeta 7 años mayor, que con dulces palabras ilusionó su mente de niña ingenua, la pobre que vio al hombre que admiraba abrirle las piernas a Ernesto Noboa.

Entre lágrimas, Amada lamentó el momento en que arregló el encuentro entre los escritores, tan desgarrador fue su llanto que no durmió por semanas, no había forma de explicarle lo ocurrido ya que si bien la primera vez apenas recuerda como terminó enredado con el otro hombre, los siguientes meses regresó a su cama por sus propios pies.

Apenas le abrieron la puerta los reclamos no tardaron en llegar, pero ya al borde de la desgracia, cometió su último acto atroz y con una detonación hizo historia como uno de los hombres de la generación decapitada[5], misma a la que años después, Ernesto se uniría al no soportar la ausencia de su Ángel.

Medardo Ángel Silva                                                               Ernesto Noboa y Caamaño


[1] Poema de Medardo Ángel Silva, poeta ecuatoriano, transformado en canción e interpretado por Julio Jaramillo: https://www.youtube.com/watch?v=Ej7YyfgXFG4&ab_channel=Rippedsongs

[2] líquido incoloro de olor dulce. Se usa ampliamente como solvente y en la fabricación de otras substancias químicas. También se ha usado como anestésico

[3] El mal de altura, o mal de montaña, se produce por una falta de oxígeno a grandes altitudes. Puede producir dolor de cabeza, mareos, náuseas, pérdida de apetito e irritabilidad.

[4] Aguardiente de Caña de azúcar, oficialmente llamado Zhumir pero coloquialmente a la botella de 1500 cm³ se la llama de esta manera.

[5] La Generación Decapitada fue una agrupación literaria, formada por cuatro poetas jóvenes ecuatorianos en las primeras décadas del siglo XX.

Medardo Ángel Silva
Ernesto Noboa Caamaño