Escrito por: MagdalenaCS (Chile) Ganadora del primer lugar de fanfics Latinalia 2024

«Compatriotas: Esta será seguramente la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes.”

En cuanto la inconfundible voz se escuchó en las transmisiones radiales, su cuerpo reaccionó y comenzó a correr en dirección a donde se encontraba su interlocutor; que debería estar en estos momentos dentro de un avión y no dando un discurso que sonaba a…

“sólo me cabe decirle a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo.”

-¡QUE MIERDA ESTÁS HACIENDO! – fue lo que escapó de sus labios mientras corría cada vez más rápido para alcanzar a detener lo que, ahora confirmaba, era un plan suicida.

“Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen… ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.”

Cuanto poder había en sus discursos… Cada vez que resguardó su espalda podía sentir desde allí vibrar la pasión de su voz hasta lo más profundo de su alma, casi convenciéndolo de creer… pero era imposible. Él había jurado lealtad a un presidente que soñaba más allá de lo realizable. El obrero siempre sería obrero y el poderoso perpetuaría su dominio generación tras generación… Tal era el destino de Alfas y Omegas.

“Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos, mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal a la lealtad de los trabajadores.”

-Un omega jamás llegará al poder, y si ocurre, debe resolverse rápido, con la mayor discreción posible.

Esas fueron las instrucciones que recibió en idioma extranjero y así lo hizo. Su alfa estaba complacido de saberse responsable de someter al actual omega más rebelde de la patria, el que había escalado más alto y que se debía doblegar de ejemplo. Fue realmente un misterio el momento en que todo se fue a la mierda y ya sólo quería protegerlo. A veces creía que fue la primera vez que lo reclamó, cuando orquestó generar su celo previo a su primer discurso presidencial, envuelto en la esencia del hombre mientras apagaban su pasión entre las cortinas y la pared del salón independencia. Ese instante en que su alfa, orgulloso, creía haber sometido finalmente a Salvador y que, sin embargo, al mirar a su alrededor, se dio cuenta que este ya estaba tan calmo y prístino como si entregarse a él no hubiera sido nada. La indiferencia en su mirada lo cautivó y tuvo que intentarlo una y otra vez, cada vez con mayor frecuencia sin ninguna diferencia. Este omega era realmente increíble… y debía ser suyo.

“El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.”

El pasado, el presente y el posible aterrador futuro se mezclaban en su mente, transportándolo a aquel momento sólo días atrás, donde nuevamente la pasión los había hecho prisioneros en la oficina presidencial. Sus cuerpos y sus instintos estaban saciados luego de compartir tanto el calor de las caricias en cada rincón de su piel, como la conexión que los gemidos y la charla sucia generaba, de la cual el omega era tan experto como en la política… Quizás por ello su mente lo traicionó y guio finalmente la conversación al tema que quería tratar por años.

-¿Quieres una prueba de que no te traicionaré? Déjame marcarte entonces – Déjame anudarte es lo que pensé, que todos puedan oler que eres mío y que ya no eres un peligro, que puedo controlarte, que puedo gobernarte… y con ello un alfa seguiría tras el poder. Todo éxito será ligado a mi consejo como tu alfa y todo fracaso exacerbado e imputado a la debilidad propia de tu naturaleza. – Déjame marcarte por favor… sólo…

-Confío en ti. No necesito tu marca para hacerlo. Quiero tu marca y tu nudo… porque te quiero. 

“Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse.”

 No podía sino lamentar haberle entregado el fusil AK 47 para defenderse mientras huía al extranjero. Él le advirtió, se lo recordó tantas veces, ni Chile, ni América y mucho menos la gran potencia norteamericana estaban preparados para ser gobernados por débiles omegas, por mucho que Salvador quisiera creer que podía ser la excepción a la regla. Un golpe de estado era la única forma de calmar el ansia de dominación de los alfas que veían amenazado su poder ante la posibilidad de una revolución omega. Eran débiles, pero más numerosos, acostumbrados a las dificultades de la vida, juntos podían fácilmente derrocar el imperialismo alfa que había gobernado subterfugiamente cada momento de sus vidas. Salvador era esa chispa que si no se apagaba no sólo provocaría un incendio… ¡Quemaría todo el puto bosque!

“¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!”

-¡A LA MIERDA CHILE ESTUPIDO IMBECIL!

El salón Independencia estaba frente a sus ojos a metros de distancia, aquel donde habían pasado los últimos años viviendo una historia que no era más que un libreto que él debía leer e interpretar para que el omega abandonara su lugar como protagonista. El status quo debía continuar; No deseaba cambiar el mundo, sólo deseaba ser el mundo de Salvador… Un imposible. Fue muy estúpido de su parte creer que vincularse finalmente rescataría al omega de sus ideales, que dejarían juntos todo atrás lejos de la sucia política. Quería proteger a su pareja, pero ¿Cómo protegerlo de sí mismo? Ahora los alfas reclamarían una masacre omega sin precedentes, serán tiempos oscuros para cualquiera de ellos si no llegaba a tiempo…

“Éstas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano.»

La transmisión terminó seguida de un fuerte eco que desgarró todo el mundo de Augusto… Su mano quedó congejada sobre la manija de la puerta. Se negaba a confirmar lo que ya sabía… Su vínculo roto ya le advertía que sería lo que encontraría dentro.