— Miren que hermosa es la Señora, que está sobre las rosas — Francisco Luis Florencio Febres Cordero Muñoz, quien sería canonizado como el Hermano Miguel, dio sus primeros pasos a los 5 años de edad, curado milagrosamente de la deformidad en sus piernas — Miren que hermosa es, me llama y me quiere llevar (1) —
1895, Cuenca-Ecuador
— Ojalá tu dios aprecie tu lealtad, porque sepa usted, Hermano Miguel, ¡Que frente a mí solo veo un muerto! —

El sonido de la puerta al ser azotada y el dolor en la mejilla le recordó cuando a los 14 años, decidió unirse a la comunidad lasallana(2), en esa ocasión su padre le dio una bofetada, ofendido de que renunciara a su nombre para ser parte de la congregación.


Nunca esperó recibir una bofetada de un hombre tan importante como Eloy Alfaro (3), pero parece que sus advertencias de exiliar a todo aquel que contradijera sus ideas de un estado laico, eran ciertas.

Decidió tomar el golpe como una penitencia personal, después de todo, sus razones para volverse religioso no eran tan honorables.
— Oh, pobrecito… — Las palabras vinieron acompañadas de un aire helado que revolvió las cortinas — Ese hombre fue tan duro contigo —
— PATER NOSTER, qui es in caelis, sanctificetur nomen tuum… (4) — Si tan solo alguna vez Dios escucharan sus oraciones. ¿Alejarían el pecado con forma de hombre que lo atormentaba?
—Fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra…— El suspiro de una risa le hizo cosquillas en el cuello — Sabes que no me iré por un par de palabras santas — el tacto de unos suaves labios se posó sobre el cuello de su sotana.

Todo su cuerpo se estremeció ante el fantasmal tacto y la necesidad de huir apenas pudo vencer al deseo de quedarse.

(1) Palabras que se dicen, expresó el Hermano Miguel en su infancia cuando se le apareció la Virgen María y lo curó de un problema que tenía en las piernas. Se lo reconoce como un milagro, al igual que cuando fue acometido por un toro y salió ileso.
(2) Los Hermanos lasallanos son una comunidad religiosa de varones que se sienten llamados por Jesús a colaborar junto a otras personas para la transformación de la sociedad a través de la educación.
(3) Presidente del Ecuador en dos ocasiones, 1895 a 1901 y 1906 a 1911, En ninguno de sus mandatos llegó al poder político por elección popular, siempre fue por medio de golpes de Estado
(4) Oración del “Padre Nuestro” en Latín.


Aunque no escuchara sus pasos o viera su sombra, sabía que la demoniaca belleza lo seguía, apenas atravesó las puertas de la iglesia se arrodilló frente al altar y entre susurros, esperaba que el cristo crucificado le trajera paz a su atormentada alma.
—¿Esta es la famosa casa de Dios en la tierra? — La suave voz hizo eco en el vacío templo.
— Señor…este humilde ciervo acude a ti, en esta que es tu casa…… —
Aún de rodillas se atrevió a levantar la mirada, sentado sobre el altar estaba el demonio que lo atormentaba, su pálido y blanquecino cuerpo desnudo, sin ninguna imperfección hacían fácil confundirlo con un ángel.
Pero los ojos carmesí y las afiladas zarpas delataban su demoniaco origen, aquella forma tan perfecta era solo para engañar a los incautos y hacerlos caer en el pecado.
—Supe que van a exiliarlos, a todos los santurrones como tú…su Dios ni siquiera puede defenderlos de un mortal —
Miguel conocía de memoria la rutina, llegaba cuando estaba vulnerable y tocaba cada fibra sensible de su ser para seducirlo. Y aún con toda la vergüenza que eso traía, lograba hacerlo caer una y otra vez.
—Puedo consolarte, si te acercas un poquito más… — El demonio le abrió las piernas — Vas a sentirte bien —
—Solo Dios es nuestro refugio….solo Dios es nuestro consuelo —
El suave tacto de sus pies sobre su pecho, interrumpieron sus plegarias — Los santos como tú, me dan tanta risa……..solo déjate llevar, sabes que entre mis piernas no hay dolor —

Había rezado tanto a Dios, suplicando por algo de piedad y protección para su alma, pero parecía que solo Satanás lo escuchaba.
El eco de una alegre carcajada resonó en el vacío templo, el viento apagó casi todas las velas y una neblina rojiza que se colaba por las rendijas de puertas y vitrales cubrió todo el suelo como si de un río de sangre se tratara. Cualquiera que entrara, vería al ilustre Hermano Miguel sobre el cuerpo de un joven que no parecía superar los 20 años.
— ¿Cómo se siente hacerlo con un hombre?, ¿No soy mejor que las putas con las que intentas reemplazarme?, Ahhh… —El demonio se inclinó hacia atrás después de una dura embestida contra su cuerpo.
Miguel intentaba no abrir los ojos, dejándose llevar por las sensaciones de su cuerpo, el cálido agujero que succionaba su pene como si no quisiera dejarlo jamás, los delgados brazos que se envolvían en su cuello, el ardor de las zarpas enterrándose en su carne.
Pero la masculina voz que gemía su nombre lo devolvía a la realidad, el demonio tenía razón, ninguna prostituta podía compararse, no apagarían la llama de deseo y por eso siempre volvería a esos brazos, a esa oscura satisfacción.
—Ahhh, si, así….¿No se siente bien ser un pecador? —
—Yo…ugh…no soy un pecador —
En su intento de someterlo cayó en la trampa, abriendo los ojos y viendo el resultado del frenesí, el oscuro cabello del demonio caía como tinta a su alrededor, el cuerpo enrojecido por las marcas que hizo su boca, y entre sus piernas se erguía con firmeza el miembro de la creatura.
No solo faltó a sus votos de castidad, sino que se volvió el peor de los sodomitas.
Sus caderas se movían sin control, incapaz de apartar la mirada de la blanca sábana del altar siendo rasgada por las garras del seductor íncubo que se estaba cogiendo, en un desagradable gruñido plantó su semilla dentro de la bella creatura que se extendía para él.

Todo se volvió oscuro, su cuerpo entero se debilitó y cayó en la inconsciencia.
—¡Oh Dios mío!, ¡Hermano Miguel! —
Un monaguillo que pasaba por ahí se apresuró al templo cuando escuchó un fuerte estruendo, su rostro se llenó de pavor al ver a los pies del altar al tan querido maestro de la congregación. Sus ropas eran un desastre vergonzoso de mirar.
—¡Hermano Miguel!, ¿Qué estaba haciendo aquí? —
—Miren que hermoso es… — Murmuró con la mirada perdida — ….me llama y me quiere llevar…—


(Hermano Miguel – 1854-1910)